Rito y Pasìon
El Flamenco es como una historia de amor, pero si fuera sólo eso no valdría la pena contarla. En esta historia conviven deseos y dolores, que conocemos bien lo que son, pero no existe un nombre verdadero para definir estos sentimientos y de todas maneras no es amor. El Flamenco es algo que te acaricia, que te da energía, es el remoto origen de la raza gitana... y sabemos, que el gitano es el ser más conocido, más profundo y más noble de España: es el más representativo en sus costumbres, es aquel que salvaguarda el fuego y el lenguaje de la verdad andaluza. Todas las historias tienen una música, la nuestra tiene una música oscura, enigmática. Es importante decir esto porque también el Flamenco es una música extraña que a veces te deja sin palabras, se toca suavemente y se baila despacio. Contemplar quien la toca excelentemente es como si oír sonar el silencio y los cuerpos al bailar parecen inmóviles.
El Flamenco es algo malditamente difícil, es una manera de ser, de vivir, de interpretar la realidad. Es como un amor llevado a la desesperación de los sentidos, en el cual exagerar es verdad ensalzada por la pureza de un gesto...Vida, Amor y Muerte unidos en un vacío de apasionado silencio que dura un instante, instante que desafía la eternidad en el reflejo indescifrable de la emoción.
La música más noble es aquella que se percibe en los silencios y comprender esta afirmación significa haber intuido la esencia del espíritu gitano, alma del flamenco. El silencio como redención final, como límite extremo de ese exagerar, mientras el cuerpo expresa la fusión profunda de la desesperación y de la alegría de vivir.
Historia del flamenco
Entrar en el mundo del flamenco exige un punto de inicio al que no se puede renunciar: el Flamenco es un arte. Arte cuya cuna es Andalucía y cuyo origen fue la fusión de varias culturas que durante siglos convivieron en perfecta harmonía: Arabe, Hebrea, Cristiana y Gitana.
Algunos autores opinan que el camino del Flamenco inició en India y se extendió más tarde por Arabia, Grecia y Roma para llegar finalmente a la Península Ibérica, llevando consigo numerosas pequeñas semillas pertenecientes a las varias culturas.
Los primeros testimonios remontan a finales del Setecientos. En esta época el flamenco existía solo como expresión canora, se cantaba sin el acompañamiento de la guitarra sirviéndose al máximo de soportes rítmicos elementares, como las formas de percusión corporales: el batir de los nudillos sobre la mesa, de las manos (palmas), de los pies (taconeo) o el chasquido de los dedos (pitos).
El cante se configuraba como lamento con una fuerte connotación oriental, relacionable con la larga presencia árabe en la Península Ibérica, sobre todo en Andalucía, que fue la última fortaleza del dominio musulmán en España.
El Flamenco, en sus tres componentes, cante, música y baile, forma parte del pueblo gitano en la vida diaria, en ocasiones y circunstancias rituales, ceremoniosas o de puro entretenimiento. No nace, en efecto, como forma de espectáculo y hoy en día, aunque ha sido ampliamente asimilado por las lógicas del escenario, conserva en el ámbito privado (en la fiesta familiar o en la reunión entre amigos) su naturaleza de lenguaje vivo.
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